Estaba disfrazado de emociones mientras la luz del medio día pegaba sobre sus orejas calientes y atentas a todo. El agua botaba, se atrevía a salpicar, "que inmensa indecencia " pensó sin antes pavonear sus bigotes al sol sin siquiera esperar una disculpa a cambio; siguió su camino sin rumbo, dio pasos largos, lentos, cansados, atentos, sin fijarse que el mucho viento y la poca amabilidad por parte de su compañero le habían producido un hueco en el estomago, tan grande como para unos dos o tres peces mas. Todo estaba ligado, todo estaba finamente acomodado en el mundo, para que él pudiera ser feliz. A costa de cualquiera.